“Mi madre, que trabajó como fotógrafa, me colgó una cámara del cuello cuando tenía ocho años y confieso que sentí algo muy parecido a un trasvase de poder”. La catalana Silvia Omedes explica así su primer recuerdo relacionado con la fotografía, disciplina que le habría encantado ejercer, pero para la que, dice sin rastro de falsa modestia, carecía de talento. “Enseguida me di cuenta de que me faltaba ese extra que debe tener un artista, así que decidí serle útil”.
La entrevista completa en El País Semanal.