
“La felicidad no existe”, decía la Elena Francis que contestaba por carta, mucho más cruda y severa que la que daba sus consejos por la radio. Las dudas que planteaban las oyentes en las misivas que no se radiaban no iban sobre cómo darle color a las mejillas, eliminar el vello o adelgazar y eran difíciles de edulcorar, pues hablaban de infidelidades, aborto, violencia sexual o incestos. Lo explican Rosario Fontova y Armand Balsebre, autores de Las cartas de Elena Francis: una educación sentimental bajo el franquismo (Cátedra, 2018), donde queda claro que cuando la cosa se ponía seria, Francis oscurecía el tono y a veces, no pocas, daba la callada por respuesta.
El artículo completo en Vanity Fair.